Por: Grecia Salgado
Los efectos del cambio climático se hacen cada vez más presentes en nuestra realidad y regiones como la costa de Guerrero son testigos de ello. UNICEF estima que 9 de cada 10 niños y niñas en América Latina están expuestos al menos a dos crisis climáticas y ambientales, por lo que se encuentran en un “riesgo extremadamente alto” (UNICEF,2021).
Esto nos lleva a considerar que si bien el entender y actuar en razón del cambio climático son acciones que poco a poco se está convirtiendo en parte de la agenda cotidiana el próximo paso se encuentra en la adaptación
El concepto de “adaptación” en el contexto del cambio climático hace referencia “las iniciativas y medidas encaminadas a reducir la vulnerabilidad de los sistemas naturales y humanos ante los efectos reales o esperados de un cambio climático”. (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, 2007)
Esta “reducción de vulnerabilidades” se logra a través del trabajo en varios de parte de múltiples actores. En el nivel de acción de Niños en Alegría el enfoque se coloca en la creación de resiliencia tanto de los espacios como de la comunidad.
Tras el embate del huracán Otis, las construcciones de las escuelas de Niños en Alegría probaron ser espacios construidos de manera tal que los daños resultantes fueron menores en comparación con otros planteles de la zona. Se llevaron a cabo procesos de rehabilitación que ahora consideran los factores climáticos razón por la cual resistieron de mejor manera el paso del huracán John. Esto no solamente benefició a la comunidad que pudo acceder a las escuelas como refugios, sino que permitió que los niños y niñas pudieran regresar a clases con mayor prontitud.
El compromiso de Niños en Alegría con la educación va mucho más allá de la infraestructura y el asegurar que los niños y niñas asistan a clases. Estos se convierten en medios para poder asegurar la continuidad y calidad de la educación por encima de las circunstancias del entorno. El crear esta resiliencia ayuda a las nuevas generaciones a afrontar el reto del cambio climático con una mejor preparación y mejores herramientas.
Los fondos destinados al fortalecimiento de la infraestructura y a la atención de las poblaciones tanto de docentes como de alumnado empodera a la comunidad. El trabajar en los recursos de la zona permite que los riesgos se enfrenten de una mejor manera y que se generen soluciones y alternativas en tiempos de desastres.
La realidad es que los huracanes van a continuar generándose cada año, también es una realidad que las nuevas generaciones están aprendiendo no solo a mitigar los impactos por medio de la educación, sino que están encontrando maneras de adaptarse para sobrellevar la crisis climática de una mejor manera.
La Educación ni los huracanes nos la quitan.