Cada verano representa una nueva oportunidad para transformar la vida de niñas y niños que, desde sus comunidades, enfrentan desafíos personales, sociales y educativos. En Niños en Alegría, llevamos más de dos décadas apostando por experiencias que van más allá del aula, espacios seguros donde las emociones florecen, se reconocen y se convierten en fuerza.

Este año, 16 alumnos y alumnas de escuelas públicas de Guerrero en las cuales intervenimos, participaron en el Campamento Santa Úrsula 2025, una experiencia de cinco días en contacto con la naturaleza, llena de retos físicos, vínculos nuevos y aprendizajes que no caben en ningún cuaderno.

El valor de acompañar el miedo

Uno de los momentos más conmovedores fue protagonizado por Mateo, un niño que, como muchos, llegó con entusiasmo, pero también con temores,  al participar en la actividad de “Canopies” una torre de 6 metros de altura con un circuito suspendido— Mateo se quedó paralizado a mitad del trayecto, atrapado entre el miedo y el silencio, rompió en llanto.

Lo que ocurrió después fue profundamente humano, sus compañeros, lejos de burlarse, lo acompañaron con palabras de aliento, instrucciones sencillas y una presencia emocional que lo sostuvo, no sólo logró terminar el recorrido, sino que lo hizo rodeado de un grupo que le dijo, sin palabras, que no estaba solo.

Ese momento se convirtió en una lección viva sobre empatía, solidaridad y confianza colectiva.

Un aprendizaje silencioso sobre la identidad

Durante el campamento, algunos de nuestros alumnos compartieron, al regresar a casa, que en ciertos momentos se sintieron señalados por su color de piel o su contexto social, en especial, uno de ellos expresó con madurez cómo experimentó esta situación con prudencia y fortaleza:

“Cuando esas niñas nos decían cosas por ser morenos, yo me encendía como fuego… pero me di cuenta de que tenía que controlarme, me dio mucho coraje, pero me contuve.”

Este testimonio revela un profundo aprendizaje emocional, autorregulación, carácter y reflexión personal, elementos clave del desarrollo socioemocional.
Reconocemos que estas vivencias, aunque incómodas, se convirtieron en oportunidad para fortalecer la autoestima, la resiliencia y el orgullo por su identidad.

Aprendizajes que no se olvidan

El campamento no solo incluyó actividades físicas como tirolesa, go karts, bicicletas o carreras en alberca inflable, también fue una experiencia intencionada para fortalecer habilidades socioemocionales fundamentales como: trabajo en equipo, resiliencia, colaboración, autorregulación y sentido de pertenencia.

Cada abrazo, cada broma, cada caída y cada logro colectivo dejaron huella en estos niños y niñas que regresaron a casa con más herramientas para enfrentar la vida, y con el recuerdo de que juntos, todo se vive diferente.

Gracias infinitas al Camp Santa Úrsula

Queremos agradecer de manera especial a todo el staff del Camp Santa Úrsula por su entrega y profesionalismo durante toda la semana, así como a la Sra. Úrsula, quien desde 2011 ha brindado generosamente becas para que decenas de niños y niñas vivan esta experiencia única.                                                                     

Su compromiso con la niñez y su gran corazón han sido clave para que este sueño educativo se mantenga vivo.

La inteligencia emocional sí importa

Este tipo de experiencias nos recuerdan que educar no es solo enseñar a sumar o leer, es, sobre todo, formar seres humanos capaces de conocerse, sostenerse entre ellos y construir entornos más justos y empáticos.

“Lo vivido en este campamento reafirma nuestra convicción: educar desde las emociones es sembrar posibilidades reales para el futuro.”
Peter Salovey

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Cuando tú donas, haces posible que más niñas y niños de Guerrero vivan experiencias que fortalezcan su autoestima, sus vínculos y su esperanza.
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Nohemi López Zárate