Por: Nohemí López Zárate

¿Por qué hablar de emociones?
Porque hoy más que nunca necesitamos hacerlo, en tiempos donde la ansiedad, la violencia y la falta de conexión humana son parte del entorno cotidiano, es urgente reconocer el valor de las habilidades socioemocionales, aprender a identificar y gestionar nuestras emociones, expresar lo que sentimos con respeto y empatía, y tomar decisiones conscientes, es tan esencial como leer o resolver operaciones matemáticas.

Una experiencia inspiradora.
En nuestro taller de desarrollo socioemocional, tuvimos la oportunidad de llevar a cabo una competencia para seleccionar estudiantes que participaran en un campamento de verano. A través de pruebas académicas, deportivas y artísticas, buscamos reconocer las diversas formas de inteligencia de nuestros alumnos, en la categoría de arte, propusimos el tema: «La fuerza de las habilidades socioemocionales: emociones que cuidan», y fue conmovedor ver cómo, a través de dibujos, pinturas y expresiones escénicas, los alumnos representaron emociones como la empatía, la calma, el amor y la solidaridad. Fue un recordatorio de que, cuando damos espacio para que las emociones se expresen, florezcan, cada alumno encontró una forma única de mostrar cómo las emociones no solo nos habitan, sino que también pueden cuidarnos y cuidar a otros.

El papel clave de la escuela y la familia.
Las experiencias tempranas moldean la forma en que sentimos, pensamos y actuamos, el desarrollo socioemocional en la infancia tiene un impacto profundo en el cerebro y en la capacidad de los niños para afrontar desafíos a lo largo de su vida, por eso, enseñar estas habilidades en el entorno escolar no es un lujo ni algo opcional: es una necesidad.

El acompañamiento de docentes, padres y cuidadores es crucial para modelar estas habilidades desde una edad temprana, cuando la escuela se convierte en un espacio donde se valida lo que sentimos y se nos enseñan herramientas para gestionarlo, se construyen las bases para un futuro más equilibrado. Si se prioriza el desarrollo emocional tanto como el académico, veríamos generaciones más resilientes, conscientes y empáticas. A menudo, personas con gran formación académica enfrentan con dificultad los aspectos emocionales de la vida, por eso, la inteligencia emocional puede ser la diferencia entre una vida en equilibrio y una llena de conflictos internos.

¿Qué podemos aprender de esto?
Desarrollar la inteligencia emocional desde la infancia es una inversión en bienestar, nos prepara para resolver conflictos de forma pacífica, cultivar relaciones sanas y enfrentar la vida con más equilibrio. La neurociencia lo respalda, pero lo más poderoso es lo que vemos en la práctica: niños más conectados con sus emociones son niños más libres, más conscientes y más empáticos. 

Los niños no solo necesitan aprender sobre matemáticas o ciencia, también necesitan aprender sobre sí mismos, necesitan saber que está bien sentir, que llorar no es debilidad, que la rabia se puede transformar, que la empatía es una herramienta poderosa y que el respeto se aprende, se modela y se cultiva. Y eso empieza aquí, ahora, con nosotros.

Un llamado a docentes y familias.
Cada gesto, cada conversación y cada espacio que brindamos para hablar de emociones, cuenta, como docentes y padres, tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de ser guías en este camino. Fomentar las habilidades socioemocionales en casa y en la escuela es sembrar semillas de bienestar que darán frutos durante toda la vida.

 

Cuando un niño comprende su mundo emocional, también aprende a cuidar el mundo que lo rodea.


Nohemi López Zárate                                                                                                         Líder Acompañamiento Estudiantil